Este fin de semana me topé con el envío de una newsletter que me hizo pararme a reflexionar sobre su contenido.
Se trataba de la newsletter de Cardinal, de la que creo que ya te he hablado en otras ocasiones y que no me cansaré de recomendarte. Seguramente sea de las mejores newsletter que hay en español ahora mismo (al menos en mi opinión).
Voy a intentar adaptar su mensaje al mundillo del emprendimiento, aunque igualmente, se podría adaptar a cualquier ámbito de nuestras vidas, ya que es un tema que toca todos los “palos” posibles.
Antes de nada, plantéate lo siguiente: ¿Por qué quieres montar un proyecto online? ¿Por qué quieres escribir un blog? ¿Y hacer vídeos en YouTube? ¿Y montar ese ecommerce?
Todo se acaba reduciendo al tú porqué.
En muchas ocasiones, si hurgamos lo suficiente, nos haremos una herida al descubrir que detrás de todos nuestros proyectos únicamente se esconden elementos como el dinero, el reconocimiento público y elementos similares relacionados con el ego y el materialismo.
Ojo, que con esto no quiero cargar contra dichos elementos. Me gusta el dinero y me gusta que se reconozca mi trabajo, pero no creo que estos deban ser los motores que me hagan moverme.
La cuestión es que muchos acabamos forzando la maquinaria, nadando a contracorriente, intentando que algo que ni nos va ni nos viene funcione, a pesar de que lo único que nos interesa es obtener los frutos finales de nuestro esfuerzo. Y pasa lo que pasa, que terminamos quemándonos pensamos que hay algo que no funciona bien. Efectivamente, hay algo que no funciona. Hemos planteado mal la ecuación.
En la newsletter de Cardinal, Joan hablaba del tan manido tema de la procrastinación. Yo mismo en este podcast te he hablado en muchas ocasiones sobre este asunto desde un punto de vista que la situaba como la “mala” de la película.
¿Hay que ser ultraproductivo siempre o hay que dejarse llevar por la procrastinación? Bueno, si me vas conociendo, mi “verdad” (la que es válida para mi) suele situarse en las zonas grises. Y en una época donde solo vale ser blanco o negro, no está de más intentar explorar esta zona de forma más constante.
Siguiendo con el asunto de la newsletter, Joan comenta algunas reflexiones de todo tipo de autores sobre el tema de la procrastinación.
Según dicen, la procrastinación nos informa de nuestras verdaderas preferencias.
Me resulta bastante interesante utilizar este concepto como lo que podría ser nuestra guía a la hora de elegir proyectos, a la vez que también nos sirve para empezar a decir que no a ciertas cosas.
Yo mismo lo estoy viviendo con este podcast y estoy intentando darle la vuelta a la situación recurriendo, entre otras herramientas, a la procrastinación.
Distintas formas de procrastinar
Creo que es un ejercicio muy interesante pararse a reflexionar sobre la forma en la que procrastinas.
De nuevo, no creo que haya una procrastinación buena y una procrastinación mala. La escala de grises también aplica a este caso. Pero igualmente, permíteme que me contradiga a mi mismo y me saque de la manga un par de nuevos términos, que no son otros que la procrastinación activa y la procrastinación pasiva.
La versión pasiva, en el peor de los casos, te convierte en un muerto viviente. Es aquella que ni siquiera nos da satisfacción, sino todo lo contrario. Terminamos odiándonos a nosotros mismos por caer en ella, ya que además de consumir tiempo, nos roba incluso nuestra vitalidad. Yo me identifico con ella cuando me encuentro en algún momento en el que “no sé qué hacer” (mal síntoma) y termino sucumbiendo al poder de las redes sociales o al Netflix de turno. Entretenimientos que no critico por considerarlos como “negativos” per sé, sino porque en mi caso ni siquiera me aportan ningún disfrute. Sé que con ellos no entraré nunca en ese tan ansiado estado de “flow” que todos buscamos. También sé que al llegar la hora de dormir me arrepentiré de haber gastado mi tiempo en ellos.
De nuevo, no quiero caer en críticas específicas. Una buena película, por ejemplo, me parece una forma genial de procrastinar. Me refiero más bien a las situaciones que nos absorben la energía y que elegimos solo porque no sabemos qué más hacer.
Por suerte también existe la procrastinación activa, quizá un poco más complicada de alcanzar, pero es la que creo que merece la pena seguir. La definiría, a grosso modo, como aquella que te lleva a hacer cosas que te apetecen de verdad, aunque no sean productivas ni tengan nada que ver con tu trabajo, y te hablaré de ellas en un momento.
Igualmente hay algunas opciones que para algunos podrían caer dentro del saco de las pasivas mientras que para otros, siendo las mismas acciones, podrían ser formas de procrastinar activamente.
Tampoco me hagas demasiado caso con esta invención de estos términos. Ha sido una de esas “ideas felices” que me vienen de vez en cuando y sobre las que reflexiono en voz alta.
Buscando pistas en la procrastinación
Volviendo al camino del emprendimiento, la procrastinación nos puede servir de gran ayuda para crear proyectos, o simplemente para saber en qué deberíamos enfocarnos más.
Merece la pena analizar en dónde invertimos nuestro tiempo a lo largo del día así como la satisfacción que nos reporta cada acción.
Quizá dedicas varias horas al día viendo canales de cocina en YouTube, ¿no te da eso una pista sobre hacia donde enfocar tus proyectos?
Si hay algo que nos da la buena procrastinación es “verdad”. Cuando procrastinamos y entramos en ese estado de flow, de energía pura… que hace que el tiempo se nos pase volando, estamos ante una mina de oro.
Y no quisiera ponerme ahora demasiado “pesado” con el tema de “sigue tu pasión, si trabajas en lo que te gusta no tendrás que trabajar nunca…” ya que detrás de la mayoría de estos mensajes hay demasiado “flower power”, al menos en mi opinión, pero bueno, creo que me he explicado más o menos.
Caminos interesantes de procrastinación
La cuestión es que al término de procrastinar se le viene definiendo algo así como el hecho de perder el tiempo, vaguear… vamos, cualquier cosa menos ser productivo. La productividad se está convirtiendo en el nuevo “Dios” al que todos alaban y eso es peligroso, ya que nos desvía de nuestro camino.
Visto lo visto, creo que un buen procrastinador, además de ganar muchos puntos en su vida, seguramente sea más feliz. Y si no me equivoco, ese es el juego al que hemos venido a jugar (al menos yo).
Creo que podemos (y debemos) mezclar en nuestras vidas tanto el camino de la procrastinación como el de la productividad. Hay momentos para todo y cada uno nos va a aportar a su manera.
¿Qué opciones tenemos para procrastinar de forma interesante? Pues muchas, la verdad.
Quizá sea hora, para empezar, de intentar sacarle productividad a ciertos momentos que mucha gente considera improductivos o sobre los cuales es fácil aplicar el multitasking.
¿Y si te vas a dar un paseo por el campo y te dejas la música, el podcast de turno, el audiolibro o lo que quiera que estés usando para simplemente relajarte?
¿Por qué no empezar a leer libros de no ficción en vez de intentar ser ultraproductivo leyendo sólo libros de negocios?
Quizá nos haga falta (a mi el primero) un poquito menos de cabeza y algo más de corazón. Dejarle a nuestro instinto tomar las riendas y ver que pasa puede que no sea un mal plan, sobre todo si eres tan cuadriculado como yo.
¿Cómo lo ves? ¿Te animas a procrastinar?