Una de las cosas que más me cuestan a la hora de crear cualquier proyecto es el obtener cierto impulso y motivación tanto como para dar los primeros pasos como para mantenerme constante y seguir alimentándolo.
Esto es muy común y es por ellos que la mayoría de proyectos mueren al poco de nacer o ni siquiera acaban lanzándose. Más allá de lo bien o lo mal que estuvieran planteados, el hecho de seguir trabajando en ellos es la parte más difícil. Sin trabajo, no habrá recompensa.
Tirar de fuerza de voluntad no es el mejor plan, puesto que su nivel es muy limitado, y al final acabamos sufriendo para hacer cualquier cosa, y no sé tú, pero yo no estoy en esto para sufrir.
En cambio, establecer algún tipo de hábito suele ser lo que mejor funciona, puesto que elimina la fricción que supone utilizar la fuerza de voluntad.
Cuando logras crear un hábito y hacerlo lo suficientemente fuerte, te haces invencible en ese campo.
Últimamente estoy desarrollando algunos y qué puedo decir. Su poder es demasiado fuerte como para obviarlo.
Lo bueno es que cuando lo descubres quieres más, y es por eso que hoy comparto contigo un curioso hábito que hizo que Anthony Trollope fuera un escritor más que prolífico.
Y es que nuestro amigo Anthony publicó a lo largo de su vida 47 novelas, 18 trabajos de no ficción y otras muchas publicaciones.
La cuestión es que Anthony tenía un trabajo normal y toda su labor como escritor la desarrolló en intervalos de 15 minutos entre las 5 y las 8 de la mañana de cada día.
No me quiero enrollar hoy con el poder que tiene madrugar. Yo llevo una temporada levantándome a las 5:30 y la experiencia me está encantando, por lo que no puedo hacer otra cosa más que recomendarlo. Si quieres que le dedique un episodio al tema, puedes comentármelo y me pongo con ello, ya sabes.
Volviendo al caso de Anthony, analicemos su estrategia.
Durante sus 3 horas de escritura diaria, tenía sus mini objetivos: Cada 15 minutos tenía que haber escrito 250 palabras.
Ya sé que aquí podrían surgir muchas dudas al respecto: “¿Y si no estoy inspirado?” “¿Cómo de bueno es ese material que estoy escribiendo?”
A mí la duda que me surge es cómo llevaba la cuenta de las palabras que escribía, ya que estamos hablando de una persona que escribía en el siglo XIX. Me lo imagino con un candín en la mesa y con la pluma iniciando una y otra vez el conteo… aunque visto así no suena demasiado productivo… supongo que tendría sus trucos.
Lo que quiero dejar claro es el poder de establecer esas mini metas que, al final, acabarán llevándote a mini victorias.
Siempre digo que muchos pocos hacen un mucho, y este caso es un claro ejemplo.
Las metas más grandes donde la recompensa no se obtiene de forma casi inmediata acaban llevando a la desgana, y es por eso que es clave que obtengamos algún tipo de incentivo para así mantener “engañado” a nuestro cerebro dándole su dosis de victoria cada poco tiempo.
Imagino que Anthony muchas veces fallaría. Tendría sus días malos en los que la cosa no fluía, pero su clave fue la constancia y el poder del efecto compuesto.
Sobrevaloramos lo que podemos hacer a corto plazo e infravaloramos lo que podemos hacer a largo plazo.
Quizá te hayas propuesto crear un ecommerce o cualquier otro proyecto online pero cuando te has puesto manos a la obra se te ha venido el mundo encima. A todos nos ha pasado y nos sigue pasando, y de ahí la importancia de ir en “modo hormiga”, dando pasos pequeños, pero de forma continua, buscando la manera de obtener recompensas inmediatas.
Al igual que hizo Anthony, te animo a jugar con los factores tiempo y resultados.
Lo simple suele ser lo más fácil, por lo que es el camino que al menos a mí mejor me funciona. “Divide y vencerás” es algo más que una frase hecha y que puede aplicar en tus proyectos.
No te estoy diciendo que copies exactamente la estrategia de Anthony, pero sí que trates de adaptarla a tu caso.
Y es que esto va mucho más allá del emprendimiento. Lo puedes aplicar a cualquier ámbito de tu vida.
Si te das cuenta, es una especie de método Pomodoro solo que introduciendo el factor de obtención de resultado.
Y aquí hay un elemento que puede hacerte dudar: ¿Por qué obligarme a obtener un resultado si puede que no sea bueno por el hecho de forzarme tanto? En el caso de Anthony, no sé cómo de buenos fueron sus libros, aunque si te estoy hablando de él habiendo pasado casi dos siglos de sus primeros escritos, supongo que al menos consiguió cierta relevancia.
Para mí, la clave está en hacer desapegándose un poco del posible resultado. Todo grupo de música que haya sido lo suficientemente prolífico creando discos ha tenido algún trabajo que es considerado como malo. Lo mismo pasa con los autores de libros o con cualquier otro tipo de creador.
Imagino que muchos de esos bloques de 250 palabras cada 15 minutos que escribía Anthony eran malos, pero fue el hecho de desempeñar el hábito durante tantos años lo que le hizo hacerse un mejor autor.
Sé que me he desviado del tema, pero igualmente, esto es muy importante. El hecho de ponerse en acción de forma continua en vez de esperar a saberlo todo es uno de esos “trucos” que diferencian a los auténticos “cracks” en cualquier campo.
Así que me consejo de hoy sería que hagas muchas cosas (aunque no estén bien del todo) y busques micro victorias en todo lo que vayas haciendo para mantenerte motivado.