Si has leído el titulo igual piensas que me he vuelto loco. ¿Un podcast de emprendimiento que se atreve a decirme que no puedo emprender?
Pero tranquilo, por supuesto que no es mi opinión. Aunque estoy seguro de que alguna vez has leído, escuchado o incluso te han dicho esta frase o alguna similar.
Hoy vuelvo a la carga con un episodio más psicológico sobre el emprendimiento, que ya sabes cómo me gustan estos temas.
A finales de los años 60, un tipo llamado Martin Seligman, que por lo visto era científico, se propuso hacer una serie de experimentos con perros.
Hoy en día sería impensable hacer algo así, pero ya se sabe, eran otros tiempos.
El amigo Seligman separo a dos grupos de perros en diferentes tipos de jaulas.
El primer grupo estaba metido en una jaula que daba descargas eléctricas, aunque los perros tenían la posibilidad de parar las descargas se saltaban una especie de valla.
El segundo grupo no tuvo tanta suerte, puesto que su jaula no disponía de la posibilidad de parar los calambrazos.
Los perros del primer grupo no tuvieron demasiados problemas en evitar las descargas, ya que, para evitar el dolor, todos saltaban al otro lado.
En cambio, los perros del segundo grupo, ante la imposibilidad de librarse del daño, directamente se rendían, ya ni intentaban huir del dolor. Su voluntad se anulaba y simplemente se encogían, resignándose a recibir toda la electricidad que los investigadores decidieran que era suficiente.
Para rematar el experimento, Seligman metió a los perros del segundo grupo en las jaulas del primer grupo, es decir, aquellas que ofrecían la posibilidad de librarse de los calambrazos.
Pues bien, los perros del segundo grupo, al recibir las descargas, se resignaban al dolor y ni siquiera intentaban saltar la valla.
Aunque el problema hubiera tenido fácil solución para estos perretes, ninguno de ellos hizo ni siquiera el intento.
Y así es como Seligman acuño el término científico de indefensión aprendida, que vendría a ser algo así como la sensación subjetiva de no tener la capacidad de hacer nada y de no responder a pesar de que existen oportunidades reales de cambiar una situación adversa.
Es posible que te suene este concepto aplicado a muchas otras situaciones e incluso fábulas. Seguramente hayas escuchado la historia del elefante y la cadena, donde se nos pone ante la situación de un elefante enorme atado a una cadena mediante una pequeña estaca. Evidentemente sin apenas esfuerzo el elefante podría arrancarla, pero al haber estado en esa misma situación desde que era pequeño, cuando no tenía esa fuerza, ha aprendido esa indefensión y se ha resignado.
Pero basta de animales por hoy, o, mejor dicho, vamos con otro tipo de animal: el humano.
Esto de la indefensión aprendida está cada vez más extendido entre todos nosotros, aunque no seamos conscientes de ello.
Estamos cada vez más sometidos a una serie de mensajes tremendamente negativos que nos afectan, y mucho.
Caer en una espiral de negatividad es muy fácil, y la mentalidad a la hora de emprender es algo clave. No te diré que es lo más importante del proceso, pero si una de esas claves indispensables.
En España veo que existe presión bastante fuerte en contra del emprendimiento. Quizá no tanto para enviar el mensaje de que no lo hagas, sino más enfocado en que te va a ir mal, vas a ser un “pringao” y acabarás en la ruina.
Mi consejo estoico del día sería que dejases de lado los comentarios de la gente, pero entiendo que para mucha gente esto, por los motivos que sea, aún no es posible.
Particularmente me gusta analizar perfiles de pequeños emprendedores a los que les va, en teoría bien, y he observado que tienen algunos aspectos en común. Veo como pasan del “que dirán”, eso para empezar. Veo que hacen, aunque no tengan ni idea. Veo que cuando fracasan se levantan y no se ponen a llorar por su mala suerte.
Y ojo, que no quiero mandar un mensaje equivocado happy flower sobre que emprender es un camino de rosas y que con solo ponerle positividad podrás cumplir tus sueños, bla bla bla.
Estoy hablando de creer en un mismo. Y te confieso que quizá este sea uno de mis puntos débiles, al menos de los que más me han anclado a la hora de pasar a la acción.
Y es posible que ese sea el nuevo superpoder de las próximas décadas en una sociedad cada vez más derrotista que solo piensa en echar las culpas a otro, quejarse y apoltronarse.
Pero en contrapuesta estoy viendo cada vez a más emprendedores que se atreven a mover el culo y no se dejan llevar por estas sendas peligrosas. Veo a gente que se va incluso de España para poder emprender sin ser sangrado (Estonia, Georgia y países similares que ofrecen grandes ventajas, te puedo hablar otro día sobre esto si te interesa).
Y lo más importante de todo, tomar tus propias decisiones. Se que es un fastidio ir en contra de la corriente, pero escucha el reloj, tic tac tic tac. Si vas a esperar a jubilarte para empezar a vivir… mal vamos.
Este rollo que te estoy contando hoy no sé si es un mensaje también para mi mismo o qué, porque yo soy un mindundi más, no te creas…
Ya lo siento por el episodio tan raro que me he marcado, ya sabes que de cuando en cuando toca uno así, pero vamos, espero que al menos te haya servido para reflexionar.
Para ir cerrando, un último motivo para intentar crear tu proyecto, si eso es lo que quieres. Vas a morir. Puede que mañana o puede que, dentro de 50 años, pero por ese aro pasamos todos.
Sobre este tema, habría mucho que decir, así que lo dejo para otro episodio.