Lo de las metas es muy viejo.
Siempre se nos ha dicho que debemos ponernos objetivos, y claro, tanto si los alcanzamos como si no, siempre surgen problemas.
Hoy voy a mezclar un poco de estoicismo como algo que leí en un libro titulado “Cómo fracasar en casi todo y aún así triunfar”, de Scott Adams.
En el libro, Scott es bastante tajante con el asunto de las metas y dice que son para fracasados. Yo no quiero ser tan radical.
Las metas tienen muchas cosas malas: Plantean objetivos que en muchas ocasiones están fuera de nuestro control, y claro, luego vienen las frustraciones.
Supongamos que quieres montar un negocio y te poner como meta facturar 50.000 en tu primer año. Realmente hay muchas cosas dentro de esa meta que están lejos de depender de ti.
Además, ¿cómo vas a alcanzar dicha cifra? ¿Por arte de magia?
Aquí es donde entran en juego los sistemas.
Volviendo al ejemplo anterior y transformando la meta en sistema, podrías crear una metodología de trabajo que te ayude a llegar a cierto nivel de facturación: Hablar cada día con varios posibles clientes, crear una estrategia de embudos de venta, crear campañas en Facebook Ads, etc.
Lo que me gustan de los sistemas es que, al menos desde mi punto de vista, se desapegan del resultado.
Puede que alcances ese nivel de facturación, o puede que no. Pero has puesto a prueba un sistema cuyas acciones debería guiarte en esa dirección.
Y en la dirección está la clave. Porque un sistema por sí solo no basta, necesitas un rumbo.
Quizá cambiaría la palabra meta u objetivo por dirección.
Las metas son muy estáticas y sus resultados solo pueden ser éxito o fracaso: Adelgazo 20 kg en un año o no, facturar 60.000 € los próximos 12 meses o no.
Los sistemas no se apegan al resultado y hacen aumentar las posibilidades de lograr lo que te propones, aunque sin entender esa propuesta como algo estático y limitado por el tiempo.
Este tema puede parecer un poco “chorrada”, pero es más importante de lo que pudiera parecer.
En el mundo de los proyectos online todo el mundo no hace más que fijarse metas que, además, no dependen de ellos en absoluto.
Algunos ejemplos de metas que veo en emprendedores cada día:
- Alcanzar X suscriptores/seguidores en cierta red social.
- Facturar X cantidad de dinero en Y tiempo.
- Tener X clientes nuevos cada mes.
Simplemente, para cambiar el chip, podríamos darle una vuelta tal que así:
- Aumentar mi número de suscriptores en redes sociales, para lo cual seguiré el sistema de crear x contenidos cada día, interactuar con ciertos Hagstags, enviar x propuestas de colaboración con influencers de mi sector, etc. e ir pivotando en función de cómo vaya.
Cómo ves, la fórmula es simple: Dirección + sistema – apego.
Y si, he querido incluir en la formula el tema del apego porque es muy importante, siendo además donde entra en juego el estoicismo.
Hay que aceptar que en la vida (y en los negocios) hay cosas que dependen de nosotros y otras que no.
Facturar una determinada cantidad de dinero, conseguir más seguidores o que nuestro producto sea considerado el mejor por nuestros clientes son cosas que se escapan de nuestro control.
Es conveniente tener siempre en mente lo que sí depende de nosotros, ya sea ir mejorando nuestro ecommerce, realizar más y mejores campañas, etc. para centrarnos en ello.
Reflexionando ahora sobre todo esto veo un gran paralelismo entre el tema de las metas vs sistemas y la dicotomía de control estoica (lo que depende de nosotros vs lo que no).
Y todo este rollo, ¿para qué?
Pues para que cuando llegue la hora de lanzar un proyecto tengas, en primer lugar, una dirección que seguir, para después olvidarte de metas que no dependan de ti e ir fijando sistemas que te guíen por el camino que quieres seguir. Y si no llegas, no pasa nada.
Echa un ojo al libro que está estupendo.