Te he hablado en muchas ocasiones sobre la importancia del fracaso para avanzar como emprendedor. Si, fracasar está en la hoja de ruta de cualquiera que vaya a montar un proyecto y no debemos fustigarnos por ello, pero tampoco debemos ir hacia el otro extremo, el punto en el que prácticamente alabamos al fracaso y lo convertimos en nuestra nueva religión.
Los extremos no suelen ser buenos y yo soy muy fan del equilibrio, así que la reflexión que te lanzo hoy viene desde este punto de vista del término medio que particularmente sigo, te lo adelanto.
Mucha gente teme al fracaso más que a nada en el mundo, y no solo en el ámbito del emprendimiento. Cuántos proyectos habremos dejado en stand-by simplemente por el temor a que pudieran salir mal. Como ya te he dicho en muchas ocasiones, el fracaso es necesario y forma parte del proceso de aprendizaje.
Lo que ocurre es que mucha gente cae en el error de llevar al extremo la importancia del fracaso hasta el punto de exaltarlo, de hacerlo más importante que nada, ya sea para sentirse mejor con ellos mismos, para quitarle hierro al asunto… no sé, puede haber mil excusas para llevarlo a tal extremo.
Hoy comparto contigo algunas reflexiones por las que creo que no deberías llegar a este último caso convirtiendo al fracaso en algo digno de admiración.
Te impedirá aprender de tus errores: Un proyecto puede fracasar por muchos motivos: No era el momento adecuado, no comunicaste bien, has lanzado algo que no interesa a nadie… sea cual fuere el motivo, ya no hay vuelta de hoja. El fracaso ocurrió y hay que admitirlo. Para avanzar en futuros proyectos necesitarás sacar lecciones de esos errores e intentar así que no vuelvan a ocurrir, pero si comienzas a justificar tu fracaso porque es parte del proceso y no indagas en los motivos, volverás a caer en los mismos fallos y no avanzarás. Reflexiona sobre los motivos que te han llevado al fracaso y no te auto justifiques diciendo que fracasar es lo normal. Que si, que vas a fracasar, pero que no te sirva como excusa para no aprender sobre ello y reflexionar y encontrar los causantes.
Siempre a la defensiva: No conozco a nadie que le guste ser criticado o juzgado. Cuando exaltamos nuestros fracasos de alguna manera estamos justificándolos, como si fueran algo ajeno a nosotros y no tenemos ninguna culpa de ellos. Evidentemente, no estoy diciendo que te fustigues y centres todas las causas en ti mismo, pero si que conviene reflexionar y asumir la parte de culpa que te corresponde. Un poco de autocrítica siempre es necesaria, dentro de unos límites.
Te mantiene mediocre: Volviendo un poco al punto anterior y hablando del tema de justificar nuestros fracasos, si hacemos esto continuamente nos conducirá a un estado en el que no avanzaremos y nos estancaremos en la mediocridad. Si simplemente alabas tus fracasos de forma continua, al final lo convertiremos en una especie de rutina que valdrá para todo, y así no hay quien avance. Para crear un proyecto con mayores posibilidades de éxito, tomate en serio la posibilidad de fracasar y no como otro trance más por el que tendrás que pasar.
¿Dónde está el equilibrio?
Acepta tu parte de culpa, sin excusas pero sin fustigarte: Cuando fracases, debes admitir que tu también has fallado y no echarle la culpa a las circunstancias, la inexperiencia o al universo. No pasa nada por fallar, es normal, pero de nada te servirá lanzar balones. Sería bueno que identificases cuáles son las partes del error que tienen que ver directamente contigo, ya sea por una mala gestión, no haberle puesto el empeño suficiente o lo que fuera y tomar nota para aprender de ellas.
Alerta ante las piedras del camino: Ha quedado claro que el fracaso llegará antes o después, pero por mucho que forme parte del camino emprendedor, si no aprendes la lección y no esquivas las piedras con las que has tropezado anteriormente, volverás a la casilla de salida una y otra vez. Con esto, lo que quiero decirte es que existe un término medio entre no atreverse a dar un paso por temor a la posible caída y al ir despreocupado por el mundo porque las caídas están justificadas. Debes comprometerte contigo mismo a aprender de tus errores de forma que cuando te encuentres ante una situación que has vivido previamente y que ya sabes cual fue su resultado, actúes en consecuencia y no como si no supieras nada.
La analogía perfecta para encontrar el equilibrio la podríamos encontrar en el videojuego Super Mario. Seguro que conoces a popular personaje de Nintendo que iba por el mundo aplastando toda serie de “bichos”, comiendo setas y salvando princesas. En el juego tenías que esquivar toda serie de obstáculos, y si alguno de estos bichos te mataba o simplemente caías donde no tenías que caer, morías. Afortunadamente, tenías más vidas, y en tu siguiente partida aprendías la lección y sabías cómo salvar el obstáculo que había acabado contigo antes (tras uno o varios intentos, los que hicieran falta).
La cuestión es que en el juego, a veces salía una estrella que nos daba la inmortalidad durante varios segundos, y claro, cualquiera aprovechaba para arrasar con el escenario sin preocuparse por enemigos ni por nada parecido, eras invencible.
Con este ejemplo te quiero contar que tu vida como emprendedor no puede basarse en el modo estrella, donde nada importa. Busca el equilibrio, ve con cautela, aprende de los errores, pero sigue adelante. Se crítico contigo mismo cuando debas serlo pero no hasta el punto de tener miedo de comenzar de nuevo. El fracaso es necesario, pero no te excuses en el eternamente.